Feliz año nuevo
Son las doce y dos minutos. Tengo en mi mano una copa de cava seco y burbujeante. Bajo el color amarillento puedo apreciar mi esclava. Parece que se va a evaporar, pero dicen que da buena suerte.
Sinceramente, yo no creo en nada de eso. Al igual que todo el mundo, al tragar cada una de las doce uvas he pedido un deseo. Creo que no me importa contártelos, ya que confío en ti, querido diario. El primero de ellos ha sido salud, ya que es tradición ponerlo en primer lugar. El segundo ha sido el tener conmigo a mi abuelo un año más, le necesito aquí conmigo. El tercero, que me toque la Primitiva que juego a medias con mi “hermanita”. Cuánta alegría me daría compartirlo con ella. El cuarto fue intentar sacar mejores notas este trimestre, y sobre todo, recuperar las matemáticas del año pasado. He de confesar que en la quinta uva me he atragantado, y bastante tenía con seguir tragando evitando reírme y desconcentrar a los demás.
Aunque te diré, que al terminar, y entre los besos y felicitaciones de todos, me acordé de él. Creo que lleva razón, en parte. No terminó todo bien, pero en el fondo he de decir que le quiero. Y no digo esto a todo el mundo. Me ayudó mucho en un momento importante de mi vida, y a pesar de que lo nuestro no salió bien, nuestra amistad perduró. Hasta que él se volvió a enamorar de mí, y yo le saqué como pude del pozo en el que entraba sin fondo. Tras ello, él se enamoró de otra chica, y les deseo lo mejor, pero ni siquiera nos miramos. Y en el fondo me duele. El caso es que, dilaciones aparte, me mandó un mensaje de texto.
Decía algo así como que pediría en una de sus uvas por nuestra amistad, que no creía que fuese malgastarla sino invertirla. Espero que sea algo más que simples palabras.
Tras estos vagos pensamientos, me siento y continúo mi reflexión. Un año nuevo, distinto, con 365 días con algo que enseñarme cada uno. Porque cada comienzo conlleva miedos, retos, propósitos, esos que sabes que dices pero que luego nunca vas a cumplir. Yo me he propuesto dar todo de mí, seguir creciendo, no tengo límites. Cada fin de año me encargo de limpiar todo el agua que hay en mi pozo de conocimiento, para que cuando llueva, continúe llenándose, y sea menor el recorrido del cubo, menor el esfuerzo, para poder sacar todo aquello que necesite.
Voy al baño. Me miro al espejo. Deslumbrante. Mi vestido aterciopelado refleja al cien por cien esa bella y a la vez dura juventud, que exhalo por mis cuatro costados. El recogido es cinematográfico. En ese momento llega mi hermana, me abraza por detrás, y nos miramos en el espejo. Estamos compenetradas.
Pasó ya la época en la que discutíamos. Ahora que vivimos separadas, me doy cuenta de lo importante que es en mi vida. Aprieto su mano, la beso en la mejilla. No te voy a soltar nunca.
Querido diario, sinceramente creo que a día de hoy, soy feliz. Solo espero escribir la misma despedida dentro de doce largos meses. Feliz año nuevo.