Memorias visuales. Bares, qué lugares...
Como habréis adivinado nada más leerlo, el título de este capítulo pertenece a un fragmento de la canción de Gabinete Caligari “El calor del amor en un bar”. Eran varios los grupos de la época que hacían referencia a los bares. “Nos vemos en los bares”, por ejemplo, era el título muy acertado de un álbum de Celtas Cortos de aquella época. Y es que los bares de copas eran el punto de encuentro entre los colegas, los compañeros de instituto, los hermanos, los primos, los antiguos compañeros de colegio, los ex…
En una época como aquélla, en la que los teléfonos móviles e internet no habían irrumpido aún en los hogares, y, aunque poco a poco fueron apareciendo, no eran accesibles a casi nadie debido a sus elevados costes, se recurría a quedar de fin de semana en fin de semana.
A lo sumo, si no se quedaba, una llamada breve a través del teléfono fijo a uno de nuestros amigos el jueves por la tarde para ver a qué hora quedábamos el viernes, o el domingo anterior ya habíamos quedado con él un par de días antes del fin de semana y así planear qué hacer el viernes.
Cuando se trataba de ir a los bares, seguíamos un mismo esquema: Se quedaba a una determinada hora en el barrio donde vivían el mayor número de amigos, aunque cada uno quedaba antes con los que estaban de paso en su camino para llegar juntos hasta allí. Ya en el barrio, esperábamos al resto; una vez estábamos todos, nos encaminábamos a los bares, haciendo durante el recorrido la ruta de esa noche (aunque siempre solíamos ir a los mismos). Si alguno no podía ir al barrio, concretábamos una hora con él para vernos en alguno de aquellos locales.
Por circunstancias de la vida, cambié en varias ocasiones de grupo de amigos; la gente tiene otros intereses, y decide proseguir su camino con otras personas. Crecimos, y cambiaron los planes: Cuando quedábamos, casi siempre lo hacíamos directamente en los bares. En ocasiones, aprovechábamos que los padres de algún amigo se habían marchado, y antes de salir de fiesta, la hacíamos en su casa.
No obstante, a pesar de esos cambios, la tónica no variaba en el ritual sucesivo: Una vez llegábamos al bar acordado, pedíamos al portero unos flyers de “dos copas por una”; inolvidables son los flyers del Mitos, con la oferta de “2ª copa” del viernes con el rostro de James Dean, y del sábado con el rostro de Marilyn Monroe (ambos rostros decoraban antaño la fachada del local).
Al entrar, nos ubicábamos habitualmente en el mismo lugar, y una o dos personas del grupo de amigos iban a la barra a pedir las consumiciones de todos, para que no nos quitaran “nuestro” sitio. Ya situados, con nuestra bebida en las manos, cada uno íbamos viendo a otros colegas, amigos, compañeros de instituto, ex-novias…, y nos íbamos a saludarlos donde estuvieran, estábamos cinco o diez minutillos con ellos, nos echábamos unas risas (y en ocasiones, hasta un cigarrito), y volvíamos con los colegas con los que habíamos salido.
Esto se repetía una y otra vez por los diversos bares a los que íbamos entrando, hasta las once de la noche, en que se acababa el “dos por uno” y ya no repartían flyers. Cuando apretaba el hambre, íbamos a alguno de los bares de raciones y bocadillos que frecuentábamos, y en los que celebrábamos los cumpleaños con sangría y raciones, y cenábamos habitualmente en plan ración y bocata, cerveza y refresco.
A las dos de la madrugada cerraban los bares de copas de las calles de la localidad, y teníamos varias opciones: Ir a los bares de copas que cerraban al amanecer situados en la tercera planta de un centro comercial cercano, o ir a las discotecas propiamente dichas. También solíamos quedarnos a charlar en un banco, o íbamos a casa de alguien si no estaban sus padres para charlar y tomar algo; también cabía la posibilidad de volver cada uno a su casa a dormir, pero era el momento de mayor apogeo, y pocas veces ocurría esto último.
Había veces que, tras marcharnos de dichos garitos, salíamos con la luz del alba asomando tras los edificios, a las 6 o las 7 de la mañana, y ya aprovechábamos para ir a desayunar. En ocasiones, incluso retábamos al cansancio, y los pocos que aguantábamos (que no eramos más que dos o tres), íbamos directamente a la piscina, o a la parcela cercana de algún tío de alguien, o a su pueblo, o a alguna casa si los padres no estaban… ¡e incluso al Rastro! Eran contadas ocasiones, pero aguantábamos como jabatos sin dormir, como mínimo hasta después de comer. Luego, claro, caíamos vencidos por el sueño, y cuando despertábamos, ¡eramos de todo menos personas!
Fueron muchas noches, pasándolo genial, tomando copas, fumando tabaco (y a veces lo que no era tabaco), riendo, charlando, bailando… Vamos a ver qué ha sido de aquellos lugares que nos dieron pie a tantos buenos ratos.
Esporádicamente, en 1993, a la edad de 14 años, comencé a salir por los bares con mi hermano y sus amigos (tres años mayores que yo) y empecé a conocer este mundillo de cerveza y cigarro. Empezaré, pues, a hablar de los bares a los que fui con ellos y a los que, posteriormente, con mis pandillas de amigos, no volví más:
– Bar el Tubo: Era un garito cuyo nombre se debía a que se trataba de un bar alargado y estrecho en una antigua casa baja de la zona centro de Torrejón; no era muy confortable, pero la cerveza era barata y la cita obligatoria.
Se ubicaba en la calle de Los Curas, y fue derribado junto a otras viejas casas bajas para la construcción de un enorme aparcamiento.
– Rythm & Blues: Bar de copas, más bien pub, ubicado en la calle de Enmedio, decorado con discos de vinilo, con fotografías de grupos de los años 50 y 60 y del film Grease, entre otros, con buena música y buen ambiente dentro del ámbito del Rock’n’Roll.
Hoy en día sigue en pie, pero, aunque han respetado el cartel original, ya no se trata del mismo lugar. Han cambiado la sobriedad de su fachada blanca y negra con colores más llamativos, han añadido un neón en el que se lee “Asucar” y actualmente es un local de ambiente latino.
– Disco Jazz Bar: Al menos en su aspecto exterior, estéticamente no ha cambiado apenas nada desde entonces, solo en la decoración de sus paredes.
– Ley Seca: Ubicado en la calle Cervantes, bar de música rock, a finales de los 90 cambió su nombre por el de Coppola, y cambió de estilo, poniendo la música de moda; y ahí sigue.
El siguiente repaso abarca los bares de tapas y bocadillos a los que íbamos mis amigos y yo cuando salíamos de copas y queríamos saciar el hambre:
– La Taberna: Siempre era nuestra primera opción para ir a cenar (si estaba hasta arriba, como sucedía bastantes veces, íbamos a otros lados). El bar regentado por el señor Manolo en la calle Jabonería, con esos buenos bocadillos, ese vinito dulce con barquillo, y ese cencerro que hacía sonar al grito de “¡bote!” cuando dejabas una propina, es algo que siempre quedará en mi memoria.
En funcionamiento desde 1994, hoy en día es regentado por su hijo Sergio, que lo transformó en un bar de copas, con buen ambiente y buena música, y una decoración que evoca a la que tuvo el Rythm & Blues en sus viejos tiempos.
– Bocatería Goofy: Situado en la calle Soledad (perpendicular a la calle Jabonería). Precios y calidad similares a los de La Taberna.
Lamentablemente, este negocio cerró sus puertas.
Bar El Gallego: También en la calle Soledad, destacaba por sus raciones y su terracita en un patio trasero en verano.
Este local aún está en funcionamiento igual que en aquellos tiempos.
– Los Rafaeles: Otro bar también en la calle Soledad, aunque se comía bien, lo recuerdo por ese vino peleón que ofrecían; sigue, al igual que El Gallego, en funcionamiento como antaño.
– Cafetería Mayrí: Ubicado en la calle Lisboa, aquí acudíamos de madrugada, de vuelta de los bares, para volver a cenar; buenísimas hamburguesas tomábamos antes de ir a charlar al parque o de regreso a casa. Sigue en activo a día de hoy.
Y tras los bares de tapas, pasamos a los de copas propiamente dichos en los que pasábamos la noche de los viernes y sábados de aquella década de los 90:
– Mitos: Ubicado en la calle Cantalarrana, no era un bar de copas cualquiera, era EL BAR DE COPAS. Todo torrejonero que se precie en aquella época comenzaba sus andanzas en el Mitos (se debía en parte a que con 14 y 15 años pasabas casi sin problemas). Sonaban los éxitos del momento las primeras horas, y al acercarse la medianoche, sonaba pop español de los 80 y 90, temas de juerga (¿quién no recuerda “Me estoy quitando” de Extremoduro, o “En el cielo no hay alcohol” de Pabellón Psiquiátrico?), ¡hasta el Twist and Shout de The Beatles sonaba! Hoy en día sigue en activo, remodelado su exterior y su interior. Sigue siendo un pub, pero reconvertido en sala de conciertos; también dan clases de baile latino.
– El Abrevadero: Situado en la calle Cantalarrana, el primer garito que te encontrabas al entrar por la Avenida de la Constitución. Tenía una máquina expendedora de patatas fritas y gusanitos en su entrada. Aquí una imagen del local, ya cerrado.
El local fue derribado para la construcción de la plaza del Museo de Torrejón.
– The Factory: Ubicado también en la calle Cantalarrana justo al lado de Mitos, era un bar de música funky al que acudimos pocas ocasiones. Cerró las puertas hace bastantes años (sino recuerdo mal, entre 1997-1998); sin embargo su cartel sigue ahí.
Lo curioso es que tenía una salida hacia la calle Ronda del Poniente, y su fachada hasta hace bien poco tiempo seguía prácticamente igual a cuando este bar de copas estaba en funcionamiento.
– La Chocita: Situado en la Ronda del Poniente, local bastante amplio en que ponían todo tipo de música. Posteriormente cambió de nombre, y se llamó La Clave.
Hoy en día en su lugar encontramos un herbolario.
– Santa Fé: Ubicado en Ronda del Poniente, era un bar de música Rock y Heavy; fui en alguna ocasión a beber cerveza y a disfrutar de su música. Hoy en día se llama Gioconda, y, por su aspecto actual, dudo que mantenga esa vertiente musical.
– La Jungla: Ubicado en la calle Cervantes, anteriormente conocido como La Mina, bar de copas al que íbamos todos los fines de semana sin excepción. Cambió varias veces de nombre, antes de echar definitivamente el cierre.
– La Gestoría: En la calle Cantalarrana esquina calle Cervantes, este bar fue de las novedades allá por 1999-2000.
Posteriormente, cambió de nombre, y creo que echó el cierre, pero he visto que estaban haciendo limpieza del local. Quién sabe si recuperará el espíritu de sus mejores años.
– La Chupitería: En la calle Jabonería, era un local ubicado en una casita baja, en la que podías tomar toda serie de chupitos, con nombres tan llamativos como “El orgasmo escandaloso”.
El local en cuestión ha sido derribado para construir una nueva plazoleta.
– Piropop: También ubicado en la calle Jabonería, otro local ubicado en una casa baja, bastante amplio, que disponía al final con una patio a modo de terraza en la que había un pozo de los de toda la vida, un futbolín, otra barra… Luego, fue remodelado y se le llamó "La gárgola", con la puerta de entrada presidida por una de estas mitológicas criaturas. Por último, se cambió su nombre al de “El Refugio” haciendo alusión a los refugios de los esquiadores (bajo el nombre aparecían dos esquíes cruzados como las tibias de las banderas pirata).
También fue derribado, pero en su solar no hay indicios, de momento, de construcción futura de ningún tipo.
– La Perca: Situado en la calle Londres, ofrecía unos precios baratísimos para la época, y parábamos muy de vez en cuando antes de ir a la zona de copas. No tuvo el éxito esperado, y ante la ausencia de clientela, cerró sus puertas.
– Rebote: En la calle Cerro del Viso, llamado anteriormente Lapicero, formaba parte de la denominada “zona nueva” en aquellos años. Hoy en día está cerrado.
– El Punto: También en la calle Cerro del Viso, en la denominada “zona nueva”.
Poco ha cambiado desde entonces, parece ser que sigue en activo, y con su nombre original, desde su inauguración a mediados de los 90; lo único que ha variado en su aspecto exterior es el cartel de la entrada (igual en sus orígenes al de la entrada al garito, realizado con luces de neón).
– Arena: Situado como los anteriores en la calle Cerro del Viso.
Parece seguir en activo, aunque ha cambiado de nombre.
– Edén: Situado en la calle Soledad, con terracita interior en verano y diversos estilos musicales. Actualmente se encuentra cerrado.
– El Duende: También ubicado en la calle Soledad, asistí a su inauguración (en 1996 ó 1997, no recuerdo exactamente); cambió al tiempo de nombre. Actualmente está cerrado.
Todos estos bares de copas recopilados hasta ahora son los que cerraban a las dos de la madrugada; a continuación, un paseo por los bares que frecuentábamos a partir de esas horas:
– El Chiringuito: Situado en el Centro Comercial El Círculo, en la Avda. Constitución, hoy en día está cerrado.
– Bebe +: También situado en el Centro Comercial El Círculo, y también cerrado.
– En Vivo: Situado en la calle Londres, ubicado en una antigua nave industrial, la música sobre todo era Dance, pero ponían varios estilos; fue derribado. Hoy en día, su lugar está ocupado por unos pisos de reciente construcción.
– No&Do: Situada en la Calle Budapest en una antigua nave industrial, pinchaban música discotequera (el chunda-chunda, propiamente dicho); buscando en internet con la esperanza de hallar alguna foto de su fachada, me he encontrado con que más tarde fue la discoteca Panic. El local se derribó y actualmente hay un solar vacío a la espera de que se construyan pisos.
Después, con los años, uno madura, deja de ir a estos lugares porque se siente fuera de lugar, e inicia otra serie de andaduras en su vida, crece más de lo que pensaba en aquel entonces que se podía crecer, y todas esas aventuras y desventuras en las noches de los fines de semana son mero recuerdo. Pero ahí están, y que nos quiten lo bailado, lo comido, lo bebido y lo disfrutado en aquellas jornadas de eterna diversión que conformaban nuestros viernes y sábados tras salir del instituto o de los primeros trabajos.